La ciudad es un alarde de segundos
efímeros
un presente desnudándose
provocándome
sabiendo que el segundo pasará al
instante
y todas las tonalidades de un minuto
se perderán
desaparecerán
como la manera en que mira alguien en
el instante en que se está enamorando
es un segundo
eterno, efímero,
que desaparece, pero se mantiene.
El metro supurando poesía
y a mi me come la adrenalina
de no tener papel y lápiz
me cago en mi puta vida...
Hay un carrito con un bebé
es una niña preciosa agitando sus pies
con los ojitos abiertos sin miedo al
infierno
sin saber de que está hecho el suelo
abre los ojos con ganas porque todo
quiere verlo
todo quiere saberlo, aún no conoce el
drama del secreto
Así debe ser no ser esclavo del miedo
ni del tiempo
Su madre se acerca sigilosa a ella
sonriéndola despacio ambas tan bellas
suavemente frota su nariz contra la
mejilla
la niña cierra los ojitos y sonríe y
el vagón tirita
Hacía tiempo que no veía algo tan
hermoso
quedan gotitas de agua al final del
pozo...
el resto del vagón parece ignorarlo
solo algunos son conscientes del
tremendo espectáculo
menos ellas dos, ajenas al mundo que se
está derrumbando
parecen danzar al margen de este
teatro,
no importa si hay alguien mirando
no importa la parada de metro que las
estará esperando
no importa lo cargado que lleva el
carro.
Me fijo en que lo lleva lleno de bolsas
con mantas y ropa
la escena era tan preciosa
que no me di cuenta de lo joven que era
la mujer
in el halo de derrota que le vuelve
pesados sus pies,
ni tampoco que tenía los ojos como si
hubiera llorado
se vuelve a sentar y acunando el carro
se queda inerte mirando
al fondo de la nada que la está
acribillando
al infierno de miedo que los ojos de su
pequeña aún no probaron
Ella mira a su bebé muy seria y
despacio
me pregunto que estará pensando
Este Madrid vencido, como mi corazón,
aún es una batalla que no se ha conquistado
pero seguiremos luchando...